Normalmente cuando paseo suelo fijarme en el trasterío que se acumula alrededor de los contenedores de basura, a veces, mal depositada y desparramada. Suelo identificar objetos poco usados y en buen estado que bien merecerían un mejor trato y quizás alguna otra oportunidad. Con cierta mala conciencia observo como algunas personas se ganan la vida rebuscando entre nuestros desechos y basuras. Lo propio de una sociedad desconsiderada con el Medio Ambiente y opulenta por su despilfarro.
Otras veces me detengo en los escaparates de algunas tiendas de compra-venta, donde l@s propietari@s han llevado sus muebles, electrodomésticos, libros, zapatos, etc… usados a cambio de un beneficio para el tendero, vendedor y nuevo propietario.
Otras formas de reutilización de nuestras impulsivas compras. Rastros y rastrillos de las ciudades, tan antiguos y divertidos para comprar algo que ya no encontramos en ningún otro lugar: libros. cerrojos, discos, monedas…, nos permiten, además de pasar una agradable mañana de domingo, tomar unas cañas con personas amigas, conocidas y saludadas.
Nada nuevo bajo el sol: recordar tan sólo las herencias intrafamiliares espontáneas o planificadas con hermanos, primos… menores usando, a regañadientes, la ropa de los mayores; reconversión de objetos (sábanas, camisas, faldas... que se reconvierten en trapos de cocina o del polvo). Todo esto se considera, ahora, antiguo y propio de economías de subsistencia, quizás, subdesarrolladas, aunque puede que más sabias.
La reacción parece haber consistido en adentrarnos en una economía del despilfarro, de no agotar la vida útil de los objetos, que se cambian por otros nuevos antes de que hayan dejado de ser operativos. No es necesario que nos impongan la obsolescencia programada desde las grandes empresas sino que, cada cual, lo hacemos por ejemplo al cambiar el móvil o de ordenador cuando todavía funciona sólo para obtener otro más moderno. La sociedad de la opulencia conlleva estas actitudes, las necesita para seguir reproduciéndose a sí misma. La sociedad de la opulencia más allá de la sociedad de consumo.
Pero ya se alzan voces reclamando el decrecimiento como una actitud imprescindible para acercarnos a la supervivencia en un mundo con recursos escasos. Claro que eso sólo se percibe en el largo plazo y el largo plazo es precisamente eso: largo. Vivimos el presente: el ahora. Y el largo plazo siempre parece demasiado lejos. El placer de lo nuevo: muebles, ropa, electrodomésticos , móvil..., siempre supera a la responsabilidad que podría comportar su mantenimiento durante una mayor parte de su vida útil.
Algunos pueden llegar con facilidad al alquiler de trasteros y la acumulación de objetos de los “por si acaso”.
Seguro que hay muchas más alternativas: el comercio justo o el trueque, donde el intercambio de enseres entre personas sin que medie el dinero puede ser muy provechoso para las partes.
Es en este último modelo donde quiero enmarcar la Feria del intercambio que cada mes se realiza en la Plaza de la Independencia (esta vez será el 26 de febrero), promovida por la Associació Veïnal La Victòria a la que se adhieren otras asociaciones, para que, en un ambiente festivo y participativo, la vecindad pueda intercambiar sus objetos con otras personas que escojan lo que les gusta, necesitan o se acomoda mejor a sus necesidades. Si quieres aportar enseres contacta en Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo. o en los teléfonos 658853742-681982642.
Tod@s ganamos en amistad, asociacionismo, solidaridad, risas, abrazos, conversaciones sobre nuestros barrios y, quizás, un cafetito con pastas bajo unos rayos de sol. Y todo mientras los objetos siguen viviendo.
Neus de Llago
Associació Veïnal La Victòria
